Aunque en el transcurso de la niñez la relación entre padres e hijos haya ido como la seda, la adolescencia suele ser un período delicado en el que una mala comunicación puede llegar distanciarlos. Es entonces cuando los hijos parecen menos dispuestos a escuchar a sus padres, desprecian sus consejos, se muestran altamente irascibles y acaban por aislarse en su cuarto. Por esta razón, es habitual que los padres se sientan frustrados por no saber de qué manera abordar la comunicación con los adolescentes con los que conviven en casa.
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En general, los expertos nos dan una serie de consejos a la hora de comunicarnos con nuestros hijos adolescentes:
No seas autoritario: los adolescentes odian que les manden y bastará que les des una orden tajante para que tiendan a hacer lo contrario. Trata de transmitirles los límites y normas de forma relajada y, siempre que puedas, busca el consenso, para que no lo vean como una imposición. En general, se recomienda evitar las frases que comienzan con “Deberías…”, puesto que restan autonomía al adolescente, que en esta época necesita sentir más que nunca. Sustitúyelas por otras fórmulas colaborativas: “¿Te parece si…?”, “¿has pensado en…?”, ¿y por qué no..?”, etc.
No le ridiculices: si tienes que corregir o criticar algo relacionado con su comportamiento espera a que esté en privado para comentárselo, nunca lo hagas delante de extraños, amigos o incluso hermanos, porque acabará odiándote. De esta forma fomentarás la confianza y evitarás que evite tu presencia cuando está, por ejemplo, con amigos. Además, intenta usar un tono amable cuando hables de sus fallos o carencias.
No le critiques, enséñale: si el adolescente solo recibe críticas lo interpretará como un ataque y habrá empezado la guerra. Trata de no corregir constantemente y explicarle cómo debe hacer las cosas o qué debe mejorar, siempre con el mejor tono posible. El propósito es siempre guiar al hijo adolescente por el mejor camino, no hacerle sentir mal.
Escúchale: aunque sepas que su razonamiento es erróneo, es mejor que le dejes explicarse para equilibrar la comunicación. Así no sentirá que esta es unidireccional. De esta forma quizá podáis encontrar juntos un razonamiento mejor y quizá descubras que ambos tenéis parte de razón.
Explicaciones cortas y directas: cuanto más te vayas por las ramas más te alejarás de tu hijo adolescente. Impón límites claros de forma contundente (que no agresiva) sin justificarte demasiado. Y, muy importante, sin recurrir a licencias como “porque lo digo yo”.
No le insultes: expresiones como “eres tonto” o “eres un vago” no harán más que afectar a su autoestima y estigmatizarlo.
Que no te grite: debes cortar la conversación de inmediato cuando tu hijo adolescente suba el tono. Jamás debes unirte a ese nivel de tensión que no os llevará a ninguna parte. Explícale que solo te comunicarás con él de buenas formas.
Admite tus errores: la sinceridad con tu hijo puede fomentar su empatía y abrir canales nuevos de comunicación basados en la confianza y la comprensión.
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