Por dónde empezamos, qué productos utilizamos, qué dejamos para el final, qué compensa dejar para otro día… Son cuestiones a las que, en general, solemos prestar poca atención llegado el momento de la limpieza del hogar, pero que cobran vital importancia a la hora de ahorrar tiempo, esfuerzo e incluso dinero. Y es que hasta la limpieza tiene su ciencia.
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Toma nota de estos consejos que pueden ayudarte a ser más eficaz en la limpieza, permitiendo que esta labor se haga más llevadera y agradecida.
¿Por dónde empiezo? Lo más lógico es que tengamos la tentación de quitar el polvo de los muebles antes de pasar el aspirador o barrer. Pero el proceso debe llevarse a cabo justo al contrario. La razón es que si eliminamos el polvo primero, este volverá a depositarse sobre los muebles con el ajetreo del aspirador, haciendo que la tarea previa haya sido inútil. En su lugar, te aconsejamos que pases el aspirador a fondo por toda la estancia y después pases el polvo, de arriba hacia abajo, con un trapo humedecido para mejorar la adherencia. Por último, pasa la fregona para retirar los restos que hayan podido depositarse de nuevo en el suelo.
Cada producto, su función. Está muy extendida la idea de que todos los productos de limpieza desinfectan, pero no es así. Por lo general, los limpiasuelos perfumados no proporciona la desinfección necesaria para baños, por ejemplo. Así, te recomendamos que combines este tipo de productos con lejía o amoniaco, para que la limpieza sea completa. Lo mismo ocurre con los multiusos en spray para el baño, que solo sirven para eliminar la suciedad y no para desinfectar lavabos, bañeras o inodoros.
Usa paños específicos para el inodoro. Como es una zona con especial concentración de gérmenes y bacterias, hay que evitar usar los mismos trapos que en el resto del baño (y, por supuesto, en el resto de la casa). Utiliza paños de colores diferentes para no confundirte o, en caso de que tengas que usar el mismo, limpia el inodoro en último lugar para evitar que los gérmenes se distribuyan por todo el baño.
Cuidado con la escoba. Aunque siempre más a mano, la escoba puede dañar suelos delicados de madera y parqué al arrastrar objetos, piedrecitas o barro. Además, aunque no vaya a dañar la superficie, con la aspiradora siempre es más probable que eliminemos por completo cualquier resto.
Cuida tu fregona. El primer impulso cuando algo pegajoso o líquido se nos cae al suelo es ir a por la fregona para eliminarlo cuanto antes. Pero de esta manera lo único que hacemos es deteriorar el instrumento con el que luego tendremos que limpiar los suelos de toda la casa. Trata de retirar el máximo posible del residuo derramado sobre el suelo con papel absorbente y, en caso de que sea graso o muy pegajoso, límpialo con una bayeta y jabón lavaplatos. Entonces ya podrás fregar el suelo sin estropear la fregona.
Evita dejar marcas. A veces, después de limpiar, comprobamos que en muchas superficies han quedado las marcas del producto utilizado. La mejor forma de evitarlo es secándolas con un trapo de microfibra. Conseguiremos un brillo único en encimeras y muebles y evitaremos tener que trabajar el doble.
No frotes las manchas. Lo peor que podemos hacer cuando algo se nos derrama sobre la alfombra o el sofá es frotar, porque provocaremos que aumente de tamaño. Usa papel absorbente para eliminar en lo posible el exceso de la sustancia que lo ha manchado (en caso de que haya grumos, utiliza una cuchara para retirarlos) y después, con una esponja o trapo limpio seca la superficie al máximo. Cuando esté seca, será el momento de tratarla con un quitamanchas específico para la superficie en cuestión.
¿Y los cristales? Evita limpiarlos en época de lluvias o cuando la previsión el tiempo así lo indique, comprobarás que no has hecho más que perder el tiempo puesto que bastan unos minutos para que los cristales vuelvan a estar sucios. Tampoco los limpies cuando haya un sol radiante, puesto que el calor secara prematuramente el detergente y de quedarán las odiadas marcas en el cristal. En lugar de todo esto, procura escoger para limpiarlos días nublados o momentos del día en los que aún no haya mucho sol, tratando de secar con un trapo de microfibra o celulosa industrial cada ventana. Te quedarán impecables.
Si debido a las tormentas o el desuso las ventanas han acumulado barro, lo idóneo es limpiarlas con un producto jabonoso, como el de lavar los platos y una esponja, incluyendo los marcos. Con el clásico limpiacristales no harás más que extender la suciedad.