Más que una dieta en sí, es un estilo de vida, equiparable al de los veganos o vegetarianos. La paleodieta o dieta paleolítica es un plan de alimentación que se inspira en lo que comían nuestros ancestros más lejanos: los hombres del Paleolítico.
Esto supone ceñirse a una dieta basada en los alimentos que cazaban, pescaban y recolectaban los hombres de la época, porque, según los defensores de esta dieta, son los que mejor ha tolerado nuestro organismo durante miles de años: carne, pescado, marisco, frutas y verduras, huevos, semillas y frutos secos.
Por consiguiente, el resto de alimentos que actualmente forman parte de nuestra dieta quedan totalmente prohibidos: lácteos, procesados (hidratos de carbono o carnes), refinados (cereales, azúcares). Es decir, nada de pasta, legumbres, cereales o dulces.
Estas restricciones responden según sus defensores a las necesidades nutricionales de nuestro metabolismo, que se ciñen básicamente a las que tenían nuestros ancestros. Asimismo, los seguidores de la paleodieta defienden que es sano saltarse alguna comida, para imitar la frecuencia de alimentación de nuestros ancestros, que comían solo cuando encontraban comida.
Fue el médico norteamericano Loren Eaton quien lanzó en 1985 esta dieta que en los últimos años ha vuelto a cobrar gran protagonismo. Como casi todas las dietas, tiene defensores y detractores. Los primeros, defienden que comer todo aquello que no han comido nuestros ancestros es lo que nos ha traído enfermedades como el cáncer o la diabetes. Además, señalan que esta dieta ayuda a mantener un peso ideal y evita las enfermedades leves del día a día.
Sus detractores afirman que seguir esta dieta no tiene sentido, puesto que nuestro organismo ha ido evolucionando a lo largo de los siglos, de manera que se ha ido adaptando a una amplia variedad de alimentos, lo que nos confiere una ventaja evolutiva frente al resto de especies.
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