Como ya te explicamos en artículos anteriores, el estrés es una respuesta física natural del organismo que originalmente nos ha permitido adaptarnos al entorno y superar desafíos que se nos plantean, especialmente en forma de amenaza. Se trata por tanto de un proceso natural e imprescindible para la supervivencia humana que sin embargo ha evolucionado en los nuevos tiempos hasta convertirse en una amenaza para la salud en muchos sentidos.
¿Por qué si se trata de una respuesta natural hablamos hoy en día del estrés en términos negativos? El problema está en el estrés crónico, aquel que se instala en nuestra rutina y se prolonga en el tiempo afectando a nuestra salud en muy diversos aspectos.
¿Cómo reconocer los síntomas del estrés en nuestra vida diaria? Aquí tienes una relación de los signos de alarma que pueden permitirnos descubrir que alguien sufre estrés crónico.
Por un lado, podemos detectar los síntomas emocionales del estrés:
– Nerviosismo constante.
– Estado de inquietud.
– Ansiedad.
– Depresión.
– Angustia.
– Deseos de llorar.
– Preocupación constante.
– Agresividad.
– Miedo / pánico (en estados avanzados)
Estos síntomas se presentan en función del grado de ansiedad de la persona y no siempre con la misma intensidad. Eso sí, muchas veces pueden detectarse fácilmente analizando patrones de conducta que nos dan pistas: bruxismo (hacer rechinar los dientes), tics nerviosos, ansiedad al comer, llanto o risa nerviosa, ausencia de deseo sexual, alteración en el sueño o irritabilidad, entre otros.
Además, podemos determinar una serie de síntomas físicos derivados del estrés crónico:
– Tensión muscular en espalda y cuello (proliferación de contracturas)
– Dolor de estómago (sensación de nervios)
– Respiración alterada y pálpitos
– Cansancio constante
– Alteración del tránsito intestinal
– Alteración del apetito (por exceso o defecto)
– Disfunción sexual
– Migraña
– Aumento de la tensión arterial
– Exceso de sudoración
Ya que no podemos tener control sobre las situaciones o problemas que desencadenan el estrés, sí podemos esforzarnos en prevenir su aparición, para poder así ser capaces de responder ante las situaciones hostiles de una manera más saludable. ¿Cómo?
Por un lado, manteniendo un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada. Esto requiere limitar la ingesta de alcohol y sustancias estimulantes como el café que pueden asociarse con herramientas para hacer frente a los problemas, pero que en realidad no harán más que agravar los síntomas.
Además, es fundamental garantizar el descanso como herramienta para evitar el estrés crónico. No debemos restar horas de sueño en favor del trabajo ya que acabará repercutiendo en nuestra vida a nivel psíquico. Si nos cuesta desconectar del trabajo o los problemas, debemos buscar herramientas que nos ayuden a conseguir este fin: meditación, mindfulness y demás técnicas de relajación.
El ejercicio físico también será un pilar fundamental para mantener a raya el estrés. Debemos plantearlo en nuestra rutina como una vía de escape necesaria para desconectar del trabajo y los problemas, así como aliviar tensiones.
La organización del tiempo también es clave para controlar el estrés, estableciendo un orden de prioridades y determinando con lógica cuánto tiempo se dedicará al trabajo y cuando al descanso, al ocio, al tiempo en familia, etc.