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Errores frecuentes que cometemos en el desayuno

26/10/2014

Estamos hartos de oír que el desayuno es la comida más importante del día. Aún así, muchos adultos y adolescentes se marchan cada mañana de casa sin desayunar. En ocasiones es por falta de tiempo, de apetito o por puro descontrol en los hábitos alimenticios. Otras personas ayunan creyendo que así adelgazarán. Pero nada más lejos.

Comenzar el día con un desayuno completo y saludable no solo nos ayudará a estar más sanos, sino que nos permitirá rendir mejor en nuestra jornada laboral o escolar y disfrutar en los días de ocio. Está más que demostrado que las personas que desayunan tienen un mejor rendimiento en sus tareas diarias que las que no lo hacen.

Repasemos los errores que frecuentemente cometemos y que hay que evitar a la hora del desayuno:

Ayunar: no solo no adelgaza, sino que puede provocar el efecto contrario, puesto que tendemos a picar más entre horas si nos saltamos las comidas principales, lo que lleva a un descontrol de las calorías que ingerimos. Además, el desayuno ha de aportarnos los nutrientes necesarios para funcionar con normalidad durante el día y saltarnos este paso puede alterar nuestro ritmo metabólico. Una cuarta parte de las calorías que debemos ingerir durante el día deben corresponder al desayuno. Es como la gasolina sin la que el coche no puede funcionar.

No dedicar el tiempo suficiente: debemos planificar las mañanas teniendo en cuenta el tiempo que dedicamos al desayuno. El Ministerio de Sanidad recomienda dedicar unos 15-20 minutos a esta comida tan importante que debe contener la energía necesaria para el resto del día. Hay que procurar dejar preparados cada noche los utensilios que vamos a utilizar en el desayuno para que ello no nos retrase. Por ejemplo, si tenemos que fregar cada mañana las tazas del desayuno, lo más fácil es que nos saltemos a menudo esta comida para evitar perder tiempo en este trámite.

Desayunar de pie: desayunar mientras hacemos otras cosas, corriendo de un lado para otro no es muy saludable. Intenta sentarte al menos 15 minutos, a ser posible, en familia y degustar los alimentos y bebidas con la mayor tranquilidad posible. Si es necesario, levántate antes para poder disfrutar de este momento y evitar arrancar con estrés la mañana.

Solo un café: el café puede formar parte del desayuno, pero no puede ser el único protagonista de tan importante comida. Los especialistas recomiendan tomar:

  • Una pieza de fruta (zumo natural o batido)
  • Un lácteo (puede ser café con leche, yogur, leche con cacao, etc.)
  • Cereales no azucarados, tostadas, pan o galletas (con mermelada, miel o aceite de oliva).

Comer cosas que no nos apetezcan: obligarse cada mañana a tomar unos cereales integrales que no despiertan nuestro apetito puede desencadenar que no saciemos el hambre y caigamos en picar cosas poco saludables entre horas. El desayuno debe abrirnos el apetito para que lo acabemos incluyendo en nuestra rutina diaria, igual que hacemos con las comidas y las cenas. Si no nos levantamos con hambre, lo mejor será dejar el desayuno para el último paso, después de ducharnos y vestirnos.

Bollería industrial: aunque a los niños les atraen más los dulces y bollos, son una fuente de grasas trans, culpables del colesterol “malo” en nuestro organismo. Acostumbra a no incluir este tipo de alimentos en los desayunos para que tú y los tuyos no adquiráis malos hábitos de alimentación en el desayuno. Sustituye la bollería por desayunos que alternen pan con aceite y jamón, galletas, cereales no azucarados o las clásicas tostadas con mermelada.

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